Blanco y negro

Un editor empático que conoce su negocio

Que entrevista tan buena la de este programa. Carlos Anaya es un tipo que sabe generar empatía gremial. 

Tiene callo editorial, está fogueado en el medio y además goza de un refinado sentido del humor.

De la charla que hoy sostuvo con Sofía de la Mora, y a través de un adecuado proceso de edición, yo rescaté algunas frases que resumen muy bien lo que pasa atrás de las cortinas de lo que es esta industria que, en estricto sentido prefiero llamar empresa. Aunque se retome desde ámbitos no forzosamente mercadotécnicos.

Saquémosle punta a dos o tres enunciados. Primero: “Cuando se antepone la administración a la actividad editorial todo se puede ir al traste”. Eso vale tanto para la iniciativa privada como para la edición universitaria, en donde la administración se puede convertir en un verdadero obstáculo, un camino lleno de piedras, pedruscos, barrancos.

Los traductores, es otro aspecto vital, cuánta razón tiene Carlos al referirse a lo nocivo que es para el lector una traducción mal hecha. Tanto en el ámbito técnico-científico como en el literario, substituir molinos de viento por molinos eólicos, provoca escalofrío. Él mismo que nos produce leer a Henry Miller en español de Argentina o en español de España.

Con cuanto tino habla de la eterna y no siempre satisfactoria relación entre el autor y el editor. Sobre todo, cuando el primero cree que por haber escrito una obra escribió: la obra. Pero de todas las frases del programa de hoy, me quedo con una. Por muy departamentalizados que se encuentren algunos procesos editoriales, el buen editor será siempre un buen todologo. Y Carlos Anaya lo resume con sobriedad: “El editor está en todo o no resuelve nada.” A lo que yo añadiría simplemente un signo propio de la edición: PUNTO.

 

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