Blanco y negro

Profesionalización para formadores de lectura

¿Cuántas veces les ha pasado que se descubren capacidades sobresalientes en otros campos que no son precisamente para los que estudió? A mí, por ejemplo, desde la primaria me solicitaban colaborar en las lecturas en voz alta porque sabía interpretar adecuadamente los signos de puntuación y modificar la voz para darle la entonación adecuada a ciertos pasajes de la lectura. Durante toda mi vida escolar fui conejillo de indias de los profesores que necesitaban el apoyo de un lector. Algunas veces me decían que podía haber sido locutor, pero mi voz aguda no me ayuda y una cosa es leer bien y otra improvisar con talento o torpeza como les sucede a la mayoría de los locutores. Lo que sí podría haber sido es promotor de lectura, pero esa licenciatura no existe, todos los que la practican lo hacen de manera poco asistida, quizá mediante el apoyo de algunas lecturas que sobre el arte de leer en voz alta circulaban en Grecia y después en Roma, quizá con el apoyo de algún tipo de tecnología y acaso cierto grado de indumentaria, pero la profesionalización de los promotores debería de contar con más elementos que el de simplemente saber leer bien en público.

Ya me he referido en este espacio a Lourdes Morán, una gran promotora de lectura que para mí sería como el prototipo de las cualidades que debería reunir una persona que se dedique de manera profesional a esta actividad. Conocimiento a fondo del público, empatía con el texto y los escuchas y el bachillerato o una carrera profesional terminada serían cuando menos los requisitos para que esta actividad pudiera entrar en una oferta académica. Lo cierto es que como se desprende de la charla con Alejandro Portilla es que aún falta mucho camino por recorrer para que esta actividad resulte atractiva para ejercerse. A mí me ha pasado que a veces, ciertos actores consiguen despertar el interés por leer, pero otras veces se convierte eso en un engolamiento de voz exagerado y gestos sobreactuados que deberían encontrar un matiz más reposado, la mesura, según el contexto, es otra exigencia que podría entrar en este paquete de cualidades de quien se propone formar lectores y no dejarlos morir en el intento.

 

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