Al margen

Mutaciones

José Antonio Millán cambia el enfoque de enfrentamiento entre libro y tecnología, descubriendo (recordando, deberíamos decir), que el libro es posible gracias a la colaboración de diversas tecnologías. Otra cosa es el libro como dispositivo, definido por los usos sociales que ha ido acumulando a lo largo de su historia, la historia. Es por ello que la conversación gira hacia la disposición cada vez más inconmensurable de contenidos digitales o digitalizados, a los que podemos acceder a través de Internet y sus medios conectivos. 

No obstante, si bien es cierto que el aislamiento ahora convive con la conexión a nivel global, la desconexión de un amplio sector de la población reproduce y subraya las diferencias culturales y las desigualdades sociales. Es decir, sin caer en posiciones apocalípticas o integradas, sí debemos prestar atención a cómo lo que concebimos como sociedad del conocimiento implica reconocer, como ha señalado Castells (1999; 2009), el ejercicio de poder y las relaciones de dominación en red. 

La segunda arista que me gustaría retomar es que esta conexión-acceso supone una revolución no sólo del acceso a la información sino a la construcción colectiva del conocimiento. Y entonces quisiera subrayar que, si bien la potencialidad de este nuevo entorno conectivo son prácticamente infinitas, lo cierto es que las destrezas y habilidades de los usuarios son desiguales. Y muchas de ellas han redundado en prácticas cuestionables: corte y pegue; citar la primera referencia que arroja un buscador; plagiar; mínimo esfuerzo de búsqueda, análisis y crítica, etcétera. Pero no quisiera quedarme en el plano de la denuncia, sino en pasar de este reconocimiento a un programa (a un proyecto) de alfabetización digital. Los efectos de este programa, que no sólo debería comprender saberes técnicos sino también éticos, permitirían pensar en acercarnos a los ideales de una sociedad del conocimiento, donde, por ejemplo, se supere la aparente tensión entre acceso abierto y autoría, como se discute en la entrevista.Si bien esto podría discutirse más ampliamente, no dando por sentado la autoría-propiedad que se ha ido construyendo a la par que se desarrollaron las industrias culturales. 

Mientras tanto, el proceso de curaduría que emerge en la era de la superabundancia de contenidos, ya sea por profesionales o amateurs (youtubers, booktubers, etcétera), nos devuelve la mirada sobre el proceso de intermediación, que nos permite calibrar la horizontalidad de la red y la posibilidad misma de concretar el proyecto de una sociedad del conocimiento que nos incluya a todos.

 

Referencias:

Castells, Manuel (1999). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. 1. Madrid: Alianza. 

______ (2009). Comunicación y poder. Madrid: Alianza.

 

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