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La edición humanística

Desde la Antigüedad grecolatina la actividad del librero y la del editor concurrían en una misma persona o figura, pues fue a fines del siglo xviii cuando comenzaron a separarse. No obstante, para el quehacer editorial se requerían conocimientos y competencias específicas, en especial, para quienes desempeñaban las labores que ahora identificamos con la corrección de textos y de pruebas y con la corrección-edición textual. Tales colaboradores del taller de producción de libros tenían una formación académica y, ya desde el siglo vi, se les exigía el conocimiento de las entonces llamadas “artes liberales”, esto es, gramática, dialéctica, retórica, geometría, astronomía, aritmética y música.

Este requisito se mantuvo en los primeros siglos de la imprenta europea de tipos movibles, periodo en que además se buscaba que dichos colaboradores fueran egresados o profesores universitarios. Al respecto fueron emblemáticos los editores humanistas de la Europa de los siglos xv y xvi, quienes consolidaron el paradigma de lo que ha de ser un editor: un profesional con un horizonte cultural enciclopédico, especializado, sí, en determinadas disciplinas y áreas del conocimiento, pero enterado de muchas otras que no domina pero que es capaz de indagar, o bien, identificar y recurrir al experto que puede auxiliarlo para resolver o clarificar los pasajes de un texto cuyo tema no le es muy familiar.

Aunque hoy día existe una clara separación entre las ciencias exactas, las ciencias sociales y las humanidades, agrupando en cada una de estas tres categorías diversas disciplinas, en el quehacer editorial es difícil disociar las dos últimas por los vínculos que algunas de tales áreas del conocimiento tienen desde sus orígenes, cuando eran conocimientos en proceso de construcción. Por ello, editar en la actualidad obras de humanidades conlleva, casi de modo natural, incorporar textos de ciencias sociales al fondo editorial, no sólo por esa parte de origen común entre unas y otros, sino también porque comparten, en gran medida, un mismo perfil de lector.