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La divulgación del conocimiento científico, otro rasgo del humanismo

El periplo histórico de las publicaciones de divulgación científica ha sido paulatino y diverso, y si bien durante muchos años se concretaba en libros, posteriormente tuvo un mayor auge en publicaciones periódicas. Inicialmente, autores grecolatinos de la Antigüedad escribieron libros que aspiraban a ser genuinos tratados sobre la materia, sea de carácter médico, de zoología, de herbolaria o, más abarcadoramente, de naturalismo. Ejemplo de ello son la obra Fisiólogo, del autor identificado como Pseudo Aristóteles, la Historia de los animales, de Claudio Eliano, textos que dieron origen a diversas obras posteriores en el mundo Occidental y cuya influencia llegó hasta la Edad Media europea.

Gran parte de esas obras mantenían la perspectiva del autor y tenían cierta impronta de narrativa literaria, como sucede en los textos de los conquistadores novohispanos cuando se refieren a la flora y la fauna de América y el Caribe, e incluso en naturalistas como Francisco Hernández al describir un número considerable de plantas y animales de la Nueva España. Algo similar ocurrió en el siglo xviii con el inglés Charles Darwin, especialmente en su libro Los más curiosos animales de América, o con el parisino Jules Michelet en su obra El insecto, o el caso del médico francés Alexaindre Olivier Exquemelin, en una obra fundacional sobre el tema de piratas titulada Piratas de América, donde además de narrar su convivencia forzada con sus captores, describe vívidamente a los animales y plantas que conoció en diversas islas caribeñas.

En el siglo xx, este diálogo entre literatura y divulgación científica se expandió aún más, con autores formados e interesados en ambos ámbitos del quehacer humano. Sin embargo, tal vez la mayor contribución a tal aspecto ha recaído en el impulso de los profesionales de la edición dedicados a la divulgación científica en las últimas décadas, pues han logrado desarrollar fórmulas editoriales donde convergen distintas manifestaciones artísticas, como la pintura, escultura y fotografía, además de la narrativa de carácter literario. Se trata, en suma, de reunir diversas maneras de explicarnos el mundo, como refiere Paula Bombara, y comprenderlo de un modo más integral donde la ciencia clásica y la de frontera nos son aproximadas como algo cercano, como un saber cotidiano.