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Formas del libro y modalidades de lectura

A partir de la incorporación de los medios digitales a la lectura se ha ido extendiendo la idea de que tales opciones tecnológicas han modificado la manera de leer, y es cierto, pero no es la primera vez que ello ocurre en el devenir del libro. A lo largo de la historia, cada una de las formas del libro ha conllevado un cambio en la modalidad de la lectura. En la Antigüedad, con el libro en rollo de papiro, se estableció la lectura lineal continua; en el Medievo, con el códice o codex de pergamino, que recreaba el formato del libro primigenio hecho de tablillas unidas, se retomó el liber quadratus o libro cuadrado, y, con él, la lectura tabular continua, misma que se conservó después con el libro impreso europeo.

Con la lectura en pantalla se ha popularizado otra modalidad de lectura: la fragmentaria, que puede ser aislada o vinculante. La lectura fragmentaria aislada radica en leer sólo determinados pasajes de un texto; en cambio, la lectura fragmentaria vinculante consiste en leer determinados fragmentos de un texto y de otros fragmentos de otros textos, relacionados con los pasajes leídos en el primer texto. Es esta modalidad la que nos brinda el hipertexto, tanto en internet como en ediciones electrónicas, mas tampoco es del todo nueva, ya que en el ámbito académico se ha ejercido desde hace mucho tiempo, sólo que en este caso se trata de una relectura de esos pasajes, la cual responde a fines de investigación o para adquirir un mayor y más profundo conocimiento sobre determinado tema o asunto, o bien, para conocer y valorar diversas perspectivas sobre el mismo, y, así, tener más elementos de juicio al reflexionar y emitir una opinión o propuesta al respecto.

Además de esta diferencia entre lectura y relectura, se halla la posibilidad, para el lector actual de publicaciones digitales, de emitir su opinión pública y directamente hacia el creador y el editor. Aunado a ello, el lector actual puede elegir, cada vez más, qué libros desea en soporte digital o impreso, o en ambos, con lo cual se resignifica aquella célebre diferencia que hacía Maquiavelo entre “libros para la playa y libros para la batalla”, pues así distinguía las publicaciones de obras literarias, de placer o divertimento en ediciones con formato de bolsillo realizadas en la empresa de Aldo Manuzio, de las obras de estudio publicadas en formato grande, in folio. Hoy día, según nuestros intereses, los lectores podemos tener una misma obra en una edición para la playa y en otra para la batalla.

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