Blanco y negro

El librero no es mueble

Ciertamente, como aquí se dijo con un humor que debemos festejar el librero, no sólo es el mueble donde acomodamos nuestros libros. El librero es el representante de un oficio, un arte, una profesión o una combinación de dichos aspectos reunidos en un especialista del sistema editorial. La historia del librero proviene de una larga tradición y se encuentra en permanente renovación, un librero no sólo es un mueble, tampoco

o es el acomoda los libros en estantes afines, ni el que guarda en bolsitas un ejemplar vendido ni el que aconseja o muestra al cliente un título que está buscando u otros cercanos al interés del buscador, no. Un librero no es eso, o precisaría, no es solamente eso. ¿Qué es entonces? El librero es el sujeto que desempeña todas esas actividades, en las grandes librerías asume un papel de coordinación, de dirección, pero en las pequeñas y en las medianas que abundan en el país, dicho sea de paso, está implicado prácticamente en todas las facetas; en las librerías de viejo estos personajes, por ejemplo, son entrañables y necesarísimos. Un buen librero sabe clasificar, conoce las necesidades básicas del mercado, está al tanto de las discusiones que hay en las páginas culturales sobre libros polémicos, sabe orientar al cliente.

Sabe colocar adecuadamente en las mesas las novedades, sabe de finanzas o por lo menos de cuentas, sabe de organización y sobre todo tiene un olfato muy sensible que detecta diversos aromas y entiéndase esta metáfora como diversas clases de libros. Además, esta agudeza olfativa rebasa la del editor porque éste se especializa en temas de su catálogo. Si tuviéramos que acotar la actividad del libro dentro de un marco más específico, se podría decir que está relacionada con la búsqueda de información y el cruce de datos, dentro de un campo de acción muy específico que es la venta de libros, bajo este parámetro ciertamente y como aquí ya también se dijo la tecnología informática y las redes ha facilitado la labor, no obstante hay todavía espacios que a pesar de constar con todos los recursos para facilitarle al cliente el libro que busca no los aprovecha. Quisiera finalizar justamente con una anécdota: en la colonia Lindavista hace ya algunos años sólo había dos libreros en librerías de dimensiones apropiadas, una sucursal de las librerías de Cristal y el Departamento de Libros y Revistas de Sanborns, en la Librería de Cristal cuando tenía suerte había dos tipos muy afables y muy conocedores de su oficio que te encontraban el libro y sino al día siguiente te lo tenían, en cambio en Sanborns eso era imposible, porque el cuate que vendía los libros al día siguiente te lo encontrabas de mesero o días, semanas antes lo habías visto vendiendo pastelillos o practicando exámenes de la vista en la óptica. Se agradece que los libreros estén organizados gremialmente y que la profesionalización de su trabajo se tome en serio.

 

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